La Sábana Santa es un lienzo de lino,
un tejido conocido por el hombre desde la más remota antigüedad.
Existen pruebas del uso del lino desde antes del año 5000 a. C. Así como
su siembra y obtención no es compleja, sí lo es la obtención de sus
fibrillas para componer los hilos a tejer. El tipo de lino empleado para
tejer la Síndone viene de una
planta que crece fundamentalmente en Palestina y Oriente Medio.
Según Charles
Ribiollet, técnico de la Escuela de Tejidos de Lyon, la cantidad de hilo
necesario para la superficie de la Sábana Santa (que mide 4.36 x 1.10
metros [antes de la restauración de 2002]) es de 4.79 metros cuadrados.
En longitud, serían: 27 hileras de trama por centímetro, por 436
centímetros son 11772 hileras; que por un largo de 1.10 metros, dan
12949 metros. En anchura, serían: 40 hilos de cadena por centímetro, por
110 centímetros, son 4400 hilos; y multiplicado por la longitud de la
Sábana, da 19184 metros. En total, sumando ambas cantidades, y si
contamos con las pérdidas durante el proceso de tejido, son 33 kilometros de hilo empleados para tejerla. Esto, hecho
artesanalmente en un país del tercer mundo, significa aproximadamente un
mes de trabajo, lo que otorga a la Sábana un gran valor
económico. La conservación del tejido durante 2000 años presupone, según
el analista, su excelente calidad.
CARBONO 14
Tres laboratorios distintos afirmaron
conjuntamente que la técnica de datación por el C 14 indicaba
que el lienzo de Turín era del siglo XIV, aproximadamente de
aquella época en que tenemos testimonios históricos de su existencia en
Francia. La reacción inmediata de los medios de comunicación, e
incluso de medios eclesiásticos, fue el declarar el tema zanjado, y
negar toda posible conexión de la Sábana con la crucifixión de Jesús
catorce siglos antes.
Con
un único dato en contra, aunque se trataba de un dato
revestido de todo el prestigio de la ciencia nuclear moderna, se
daba por inválido todo el estudio previo de decenas de científicos de
todas las disciplinas y todos los resultados concordantes que apuntan a
la autenticidad arqueológica del lienzo. Sin responder a las
preguntas obvias de cómo podría alguien en la Edad Media tener los
conocimientos médicos o históricos para producir una impresión que
asombra por su exactitud anatómica, patológica y cultural, y sin
indicar cómo esa imagen única pudo aparecer sobre la tela, se dio por
cerrado el caso con referencias más o menos tibias a un valor simbólico
de ese "icono", o con un ataque despreciativo hacia la credulidad y
oportunismo de quienes lo veneraron durante siglos.
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